Es uno de los pescados más saludables del mundo pero pocos lo consumen, y en Málaga lo convierten en arte frente al mar

Es mucho más que un pescado barato: es un superalimento natural, accesible, nutritivo y versátil. Tan querida como denostada, hoy vamos a repasar todas las propiedades de este suculento pescado azul.

Sardina
Comer sardina implica muchos beneficios para la salud, ya que es una fuente excelente de proteína de alta calidad, calcio, vitamina D, B12 y selenio.

El consumo de pescado en España es parte esencial de la dieta mediterránea, pero no todos los productos del mar reciben el mismo protagonismo. Aunque ciertos pescados blancos y el atún lideran las estadísticas de compra, otros, igual de nutritivos y más económicos, pasan injustamente desapercibidos en la mesa de muchos hogares. Uno de ellos, pequeño, sabroso y lleno de beneficios, es todo un símbolo en la costa sur del país.

La sardina, pequeña en tamaño, gigante en valor nutricional

Hablamos de la sardina, un pescado azul que destaca como uno de los más saludables del mundo. Rica en ácidos grasos omega-3, ayuda a reducir los niveles de colesterol y triglicéridos, protegiendo el sistema cardiovascular.

Su consumo regular está relacionado con la disminución del riesgo de enfermedades del corazón y la mejora de la función cerebral.

La sardina es también un pescado sostenible, de bajo impacto ambiental, y muy accesible en precio. A pesar de ello, el informe de consumo de pescado en España de 2024 revela que su presencia en los hogares se ha reducido en comparación con décadas anteriores, posiblemente por desconocimiento de sus beneficios o por considerarla un alimento "humilde".

Versátil y deliciosa: formas de disfrutar de la sardina

Lo que tiene de bueno este alimento es que ite múltiples formas de preparación. Enlatada, es muy popular por su durabilidad y practicidad, ya que conserva buena parte de sus nutrientes. A la plancha o al horno, permite disfrutar de su sabor intenso sin necesidad de añadidos. También se puede preparar en escabeche, en guisos marineros, o incluso marinada en cítricos al estilo de los boquerones.

En muchas culturas mediterráneas se valora su carne jugosa y su textura, especialmente cuando se cocina entera, con espina y piel, lo que potencia aún más su sabor. Sin embargo, la reina indiscutible de todas las preparaciones es la que se practica en Málaga y su costa: el espeto de sardinas.

El espeto malagueño: arte, fuego y tradición

Y es que en Málaga, la sardina no solo se come, sino que se celebra. Convertida en un símbolo gastronómico de identidad, se prepara al estilo ancestral del espeto, una técnica que combina sencillez, técnica y respeto por el producto. Esta forma de cocinado consiste en ensartar las sardinas en una caña y asarlas al calor de las brasas, clavando la vara en la arena, a la orilla del mar.

El secreto del espeto está en el fuego de leña de olivo o encina, que aporta un aroma único, y sobre todo, en la orientación exacta de las cañas frente al viento. Eso sí, el "espetón", la persona encargada de esta labor, debe conocer bien la técnica: cuándo girarlas, cuánta sal añadir, y cómo mantener la distancia justa para que el calor cocine la sardina sin resecarla.

El resultado es un manjar simple y perfecto donde la piel queda crujiente, la carne jugosa, y el sabor salino se funde con el humo del fuego y el aire marino. Es habitual encontrarlas en los chiringuitos de la Costa del Sol, servidas en raciones para compartir, acompañadas de pan y limón, frente a las olas y con el aroma del mar como fondo.