Al bajar de una montaña, al subir las ventanillas del coche, al bucear, a punto de aterrizar en un avión... son actividades que forman parte de nuestra vida cotidiana, pero parece que nuestro cuerpo no acaba de asimilarlas del todo bien. Acabamos con los oídos tapados.
Este efecto puede producir en algunas personas irritabilidad, mareo, vómito, dolor e incluso hemorragias, así que es importante ponerle solución lo antes posible. Al final del artículo veremos qué hacer para notar de nuevo ese alivio que se siente al destaparse los oídos.
Antes de adentrarnos en lo que sucede dentro de un avión, recordemos el motivo por el cual se tapan los oídos. Tal y como estudiamos en el colegio, el oído tiene tres partes diferenciadas: oído interno, oído medio y oído externo. El oído medio, el que nos interesa a nosotros, está separado del aire exterior a través de una membrana: el tímpano. Por el otro extremo, el oído medio se comunica con la nariz a través de la trompa de Eustaquio. Este tubo es el que se encarga de compensar las diferencias de presión que diariamente nos afectan.
Cuando nos sometemos a un cambio de presión de forma brusca, nuestro cuerpo no es capaz de igualar la presión del oído medio con la presión atmosférica o ambiental porque las trompas de Eustaquio se bloquean. Esto produce una descompensación y la tan desagradable sensación de tener los oídos tapados.
Hay factores que hacen que esto se produzca con más facilidad. Resfriados, alergias... todo lo que provoca congestión nasal colaborará en el bloqueo de la trompa de Eustaquio por el extremo de la fosa nasal.
Gracias a nuestra experiencia volando, y también al cine, todos sabemos que los aviones están presurizados. Entonces... ¿por qué cuando el avión empieza el descenso se nos tapan los oídos">